Desde las Endechas del siglo XV hasta hoy, la literatura escrita en Canarias constituye un cuerpo que (dentro de la tradición literaria occidental) manifiesta rasgos distintivos: la insularidad, el eclecticismo, el hecho de surgir en un territorio de ida y vuelta en medio del océano Atlántico. Una literatura marcada por el ensimismamiento pero también por el cosmopolitismo y su constante vocación de conectar con las vanguardias. Desde Cairasco y Viana hasta la Ilustración, con la historiografía, el auge de la poesía, el surrealismo, el ensayo y la narrativa, la literatura hecha en las islas tiene calidad comparable a la de otros territorios similares.
La Asociación Canaria de Escritores (ACAE) era una necesidad
histórica. Para difundir y valorar la obra escrita y publicada por los
cientos de escritores nacidos o residentes en esta tierra; para
prestigiarlos ante la opinión pública, las instituciones y los
responsables relacionados con la literatura; para divulgar los valores
de nuestra literatura y conseguir extender su lectura en todos los
estamentos de la población; para colaborar con los organismos de los
distintos sectores de la cultura.
No es lo mismo caminar solos que juntar los pasos. No es lo mismo
escribir frente a la pared que sentirse arropado por un pequeño pelotón
de cómplices. No es lo mismo considerarse francotirador aislado que
percibir que el trabajo va calando en un entorno social cada vez más
amplio.
Cierto es que la obra literaria crece en la soledad y la exigencia
individual. El esfuerzo creador será siempre el resultado del trabajo
personal, el que cada cual sea capaz de articular. Pero el escritor
viene a ser un rescatador de voces colectivas, en cierto modo es un
cronista, un testigo de su época y de su sociedad. Maneja el instrumento
más común de la humanidad: la Palabra, y lo hace para construir
historias que afectan a muchos en el tiempo y en el espacio.
Con la ACAE los escritores de todas las islas podrán ir creciendo
juntos. En el Archipiélago casi nunca ha sido factible construir
proyectos estables, pero la ACAE va a demostrar que la región existe y
que en ella cabemos todos. Promover campañas de difusión del libro
resulta básico ahora que las humanidades están siendo velozmente
abandonadas en los planes de estudio. Como consecuencia de esta
situación ganar lectores y cómplices no es tarea sencilla, pero
precisamente por hallarnos en una época de indiferencia y de crisis los
escritores de las islas necesitan hablar juntos de sus cosas, idear
estrategias de aproximación, potenciar mecanismos que catapulten su
trabajo entre editores, distribuidores y libreros. Incentivar la unión
de los escritores –hasta ahora desperdigados y a veces también
desanimados- era una tarea fundamental.
¡Y para eso ha venido la ACAE!